Preciosos.
Por cierto, alguien menciona el olor de los coches antiguos: y no es sólo la gasolina no siempre bien quemada, es esa mezcla de gasolina, aceite, grasa, metal, pintura y cuero que ahora ha sido sustuido por el de los plásticos.
Yo también creo que hay un cierto interés en cargarse la industria italiana del automóvil. Pero no es menos cierto que, como sucedió con la británica -ya desaparecida como tal, con tecnología y capital nacionales- no carece de cierta base: muchos europeos -y estadounidenses- acabaron hartos de coches que se oxidaban aún más que los de otras marcas, con acabados reguleros -comparad un R5 y un 127 de 1972- y, en el caso de Alfa, mecánicas con tecnología compleja y no siempre dominada -aquellos cambios transaxle, por ejemplo- que dieron algunos quebraderos de cabeza a servicios técnicos que, para más inri, no estaban a la altura.
Pero luego, como me pasó el sábado en la Base de Torrejón, ves una Giulietta 2.0 del 82-83 y te das cuenta de que es una pequeña maravilla a la altura técnica -o mejor- de un Serie 3 de la época. Pero, eso sí, si la apareciencia de solidez que sí tiene el muniqués.