En absoluto.
Cuando conduces un manual en ciudad, te das cuenta de que es un coñazo. O, como digo, simplemente la maniobra de arranque. Oye, puede que haya gente que añore el estárter y aquello de arrancar el coche tras varios intentos y pillar el punto justo al gas para, una vez en marcha, no ahogar el motor, a veces durante kilómetros. Y que haya quien diga que eso es técnica de conducción. Pero es para quien lo quiera; donde esté un buen sistema de inyección que se quiten los carburadores, los estárter y los tornillitos del carburador. O los platinos previos a los encendidos electrónicos.
Luego, en carretera, puedes echarla de menos puntualmente. Pero también tienes la opción de cambiar manualmente. Y sientes el tirón igual, aunque sea sin desembragar. Es como si me dices que echas de menos los coches de carburación, con una conexión mucho menos filtrada entre el acelerador y lo que hace el coche. Y sí, puede pasar a veces. Pero la mayor parte de las veces, la inyección raciona la gasolina mejor que tú, evitando tirones, empapizamientos, gasolina mal quemada y cosas así. Pues con el cambio, lo mismo, el 90% de las veces, en automático, lo hace mejor que tú. Y del 10% restante, si usas la leva, 8 veces, también será mejor que tú.
El 95% de las veces, se agradecen los automatismos. Y el 5% restante, pues igual apetece un clásico, sentir la conexión hombre.máquina, y notar como cada vez que embragas se oye ñej-ñej, cada vez que cambias clac-clac, cada vez que frenas brrrsss-brsss o cada vez que aceleras el sonido del carburador sorbiendo gasolina. O dar vueltas y vueltas a la dirección en una simple esquina. Tiene su encanto, pero no para el común de los días.
Hemos pasado de pelearnos con los coches para que fueran medianamente rápidos a que casi nos lleven, acurrucados en asientos comodísimos. Y entre pelearme o ir acurrucado, casi prefiero lo segundo. Y, muy puntualmente, lo primero.