La épica desaparecida

Nicola Romeo

Deidad Alfista
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¿Se ha perdido la épica en el automovilismo deportivo?

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El primer récord de velocidad sobre cuatro ruedas motorizadas, por Gaston Chasseloup-Lausat

Ayer abríamos la mañana con una reflexión sobre el salto de Félix Baumgartner, y el hito de haber superado en velocidad al coche más rápido que jamás hayamos sido capaces de fabricar. Pero esas reflexiones evolucionaron en mi cabeza, para dar de nuevo con un tema convergente, que cada día toma más fuerza en el colectivo de los apasionados a los deportes del motor.

Cuando las carreras de coches comenzaron, estas no eran otra cosa que hazañas épicas. Creadas para enfrentar al ser humano a los propios límites de su raza y condición. El automovilismo deportivo no era un enfrentamiento entre personas, sino un enfrentamiento del humano contra los límites conocidos.

Era la respuesta a "¿cómo de rápido puedo llegar a ir?" "¿cuántos kilómetros puedo recorrer en 24 horas?" "¿cuánto tiempo tardaré en recorrer 300 km alrededor de este circuito?".

Hubo un tiempo en el que el automovilismo deportivo era una lucha contra los límites de las capacidades del ser humano

En esos albores del automovilismo, los conductores eran héroes, y sus logros eran proezas. Se veían intentos de récord de velocidad, se veían récords de distancia, de velocidades sostenidas... Récords que además lograban captar la imaginación de la gente, y hacerles creer que "nada era imposible".

Las marcas automovilísticas y los organizadores de carreras pronto se dieron cuenta de la relevancia de sus logros. Las primeras se percataron de que podían vender más coches gracias a la promoción, mientras que los organizadores asumieron el rol de crear desafíos cada vez más complicados.

Así, en las primeras décadas se forjó la pasión por la innovación tecnológica, por crear el coche más rápido, más capaz, el que fuera capaz de ir más rápido que ningún otro en una distancia o tiempo dados. No se trataba, por tanto, de un enfrentamiento entre marcas, sino de un enfrenamiento del hombre contra los límites, como hemos dicho antes.

Pero pronto cambió todo en su enfoque. Lo que era una lucha de seres humanos contra los límites de la ingeniería pasó a convertirse progresivamente en un "deporte" en el que lo importante era conseguir televidentes, patrocinios millonarios, y poder dar lustre a marcas en su lucha con otras.

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Otro coche caza-récords

Para que el equilibrio de fuerzas entre marcas no se viera roto por la capacidad técnica, económica o de ingeniería de una u otra, los organismos reguladores, ávidos por seguir pudiendo vender derechos televisivos, y de captar a fabricantes, establecieron progresivamente formatos técnicos en los que se coartaba la innovación en favor de la capacidad de igualar las prestaciones de todos los participantes.

Lo importante ya no era demostrar la capacidad de la raza humana por replantearse los límites. Lo importante había pasado a ser poder ofrecer un espectáculo en el que los que ponían los coches tuvieran oportunidades de ganar, y el espectáculo de la lucha estuviera capacitado para un formato televisivo adaptado a las costumbres del ser humano.

Así, viviendo por y para el "show", por y para el dinero, hemos llegado al ocaso de la innovación. Cierto es que hoy en día hay más tipos de carreras que nunca, y tenemos coberturas televisivas como nunca antes habíamos tenido.

Pero el automovilismo deportivo era antiguamente un desafío al ser humano, una demostración de inteligencia, de capacidad de ingeniería, de valor, de épica, de riesgo... Y ahora no es nada distinto a cualquier otro deporte de masas, donde el objetivo no es romper con los límites, sino contar con una fórmula de éxito replicable.

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Hubo un tiempo en el que pensar diferente era la norma en el automovilismo deportivo (Lotus a turbina)

¿Quieres un ejemplo? Hay muchos. Pero varios son claves. Le Mans, por ejemplo, tiene ahora un férreo control, abiertamente declarado por sus organizadores, el ACO, por el que quieren que los coches ganadores no se alejen en su vuelta más rápida de los tres minutos y medio.

¿Por qué? El ACO alega cuestiones de seguridad y de costes. Pero cuando la carrera comenzó, el simple planteamiento de desafío humano era ver quién era capaz de recorrer más distancia en 24 Horas. Jugar con un control de tiempos por vuelta nos evita saber la realidad. Porque si abriéramos la ventana tecnológica (sin poner en excesivo riesgo la vida de los pilotos) nos encontraríamos seguramente con coches capaces de rodar mucho más rápido en esa pista.

Pasa algo similar en cualquier otra categoría deportiva del motor que te plantees. En los rallyes tienes la demostración de que muchos cronos de los Grupo B en rallyes que actualmente se corren todavía, con tramos compartidos, aún les valdrían para hacer actuaciones respetables casi treinta años después. Y créenos si te decimos que hay técnica para ir mucho, mucho más rápido.

La evolución del automóvil a través de desafíos épicos es mucho mayor que a través de fórmulas "enlatadas" de competición, pensadas en la rentabilidad de los patrocinios y derechos televisivos

La Fórmula 1 no está a salvo. De hecho, no nos hemos cansado de repetirlo aquí: hace tiempo que dejó de ser vanguardia tecnológica. Y es que hoy en día la técnica del automóvil tiene una carga electrónica que los coches de F1 no pueden soñar ni tener entre sus chasis, puesto que está, simple y llanamente, prohibida. Por y para el espectáculo, sí.

Y podríamos tirarnos horas enumerando ejemplos de todas y cada una de las categorías del motor que están adulteradas y ya no representan un hito, una hazaña, una épica por demostrarnos a nosotros mismos, como raza, que somos capaces de romper todos los récords establecidos a la hora de fabricar vehículos autopropulsados.

Y esto, a la larga, nos penaliza. Porque sólo cuando uno busca los límites, da con soluciones que, a medio plazo se pueden aplicar en el mundo real. Sólo las guerras mundiales y la carrera del espacio han aportado más en escasos lustros a nuestra tecnología actual que siglos de desarrollo "controlado". La técnica evoluciona a favor del ser humano. Pero tiene que haber un desafío (a ser posible para romper límites, y no para destruirnos entre nosotros, como es el caso de las guerras), para que como humanos podamos volver a exigirnos al máximo para crear los mejores productos.

Félix puede que nos haya hecho recapacitar, y demostrar que cuando alguien rompe con todo, y busca un desafío mayor que ninguno, el mundo se para para verle y escucharle.

Tal vez sea el momento para que el mundo del motor deportivo se replantee cómo recuperar la épica de los pioneros automovilísticos que nos asombraban con carreras imposibles. Porque el "motor" del mundo del motor, no puede ser simplemente el dinero, sino la ilusión de los desafíos.

http://es.autoblog.com/2012/10/16/se-ha-perdido-la-epica-en-el-automovilismo-deportivo/?utm_source=es.autoblog.com&utm_medium=es.autoblog.com
 
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