Comienza la presentación del León justo ahora.
Y yendo al grano.
Para los que dicen ser visionarios, aquí no estamos hablando de innovación espontánea, inpulsada por la creatividad de unos primero y por el mercado después, sino de regulaciones que tratan de destruir un tejido energético e industrial no siempre amortizado y sustituirlo por otro.
Y todo en nombre no ya de una conceptualiación teórica como la sostenibilidad, sino de supuestos futuros apocalípticos que no son tales, sino, más bien, lo contrario.
En cuanto al coche eléctrico, yo también estaba convencido de que era el futuro a medio-largo plazo- Y, sin embargo, el desarrollo de estos años, aún a pesar de las regulaciones favorables, dja más margen a la duda: son coches caros, poco usables y de lenta evolución. Pensemos, pagando unos 25.000 euros, que en 10 años hemos pasado de un Imev con 100 km. de autonomía a un Smart. con 180 km. de autonomía. Y que marcas como Renault han desterrado los eléctricos de su gama. Y que la demanda de lo que se fabrica, incluida Tesla -y dejando de lado el mercado chino, que no conozco- está por debajo de las expectativas. Que se lo digan a las tres marías.
En realidad, el coche eléctrico está como estaba el automóvil en 1900: ventas residuales, elitistas,...
Falta, justamente, un Henry Ford que dé con la clave para popularizarlo y venderlo, en este caso, a mitad de precio. Y ese Henry Ford no es, por ahora, Elon Musk.
Ya se verá entonces cómo proliferan las electrolineras. Y más en España, donde una parte considerable del parque (aunque no el 80%) duerme al raso y otra parte principalísima, en garajes comunitarios.
Mientras tanto, todas estas medidas restrictivas no generan sino antipatía, que solo se es capaz de controlar con el panteismo ambientalista, prediciendo el apocalipsis. Y aun así. Porque el coche se ha convertido en un instrumento de trabajo, y no tanto en España como en Europa, donde es imposible vivir sin él. Veremos lo que da de si el control de las masas por el miedo.
Y, por supuesto, las carreteras decimonónicas eran carreteras -en España, de 9 metros de ancho hasta 1860, de 7 a a partir de entonces- y no caminos embarrados. O no siempre. Las redes arteriales estadounidenses surgieron al calor de la congestión urbana, y no para favorecer el desarrollo del automóvil. Un automóvil tan atractivo, por la libertad que concede, que en cuanto fue asequible -años 10-20 en EEUU, años 50-60 en Europa, años 60-70 en España, obtuvo un éxito sin precedentes, desbordando siempre cualquier infraestructura previa.
Y tampoco es cierto que los jóvenes vauan a vivir peor que sus padres. Se decía lo mismo de nosotros en los 90, cuando aquello de los JASP. Pero es que si en España, muchos jóvenes viven mucho mejor que sus padres -otros, que vienen de arriba, no- en Brasil en China, en la India. en VIetnam o incluso en Irán o quizá Rusia son mayoría los que viven mejor que sus padres. Sólo hay un caso de generación que, a escala global, vivió peor que sus padres. Aquellos que, con 20 o 25 años en 1914, vieron pasar la IGM, la Gripe Española, los no tan felices años 20, la Gran Depresión, la IIGM y la postguerra, llegando a los 25 gloriosos (1950-1975) con 60 años. Los que ahora son jóvenes es muy probable que tengan por delante 20 o 30 años de prosperidad (a sumar a los 10 que anteriores).